lunes, 10 de febrero de 2014

¿Implicación o indiferencia? he ahí la cuestión


  Debe ser desolador levantarse cada mañana, apagar la sacamuelas de la alarma y esperar veinte segundos a que el cerebro se ponga en marcha, sabiendo desde que te arropaste y cubriste tu cuerpo con las sábanas y cerraste los ojos que la mañana iba a ser dura, y la tarde más ardua aun. Quizá, sea efecto de la ley de la atracción (es raro que afirme algo semejante; os lo confieso, no me va eso de la superstición). Pero, claro, mi otra mente (sí, tengo dos, y rezo por que no mantenga vínculos con la del dichoso contraargumento diabólico con que infinidad de personajes cinematográficos han tenido que lidiar). De cualquier modo, no sopeso ni contemplo la idea de dedicar mi modesta escritura a la elaboración de parodias. Tampoco parto con la intención de emular la satírica personalidad larrariana made in sevilla.

 Bueno, queridos o no lectores, con este último crédito (así le llamamos en la interesantísima clase de ética) ponemos punto final a esta efímera pero intensa temporada de escritos, pero no os preeocupéis que en septiembre mis descendiente aljarafeños vendrán con la suficiente batería como para obligaros a probar en en el mundo de la metacualona. He dicho.

  Sabéis qué: estaba guaseando (esta vez increíblemente sin smartphone) porque se dice así ¿no?. S-M-A-R-T-P-H-O-N-E. Doy clases de inglés y tal (lo siento si no os levanta el interés lo que voy a decir pero para eso sois los visualizadores de mis palabras y me tendréis que aguantar, sospecho) y, si no me enchufaron un homólogo del traductor del funeral del desaparecido Mandela por profesor, significa teléfono inteligente en su traducción literal. !Qué lógicos estos anglosajones!. Y ahí es donde quiero llegar porque es el tema que os voy a proponer a continuación ( infundo calma, no os impacientéis, ya sabéis el dicho: vísteme despacio que tengo prisa. Venga de quien venga ¿estamos?). Me parece de lo más propicio tratar un tema que recogió myself ( yo mismito, para los no angloparlantes) de un filme de Tony Kaye: El profesor, Detachment en su lengua de origen (otra vez el sofisticado inglés) que sugiere el epígrafe de “la indiferencia” ( detachment = indiferencia, me están tramitando el pasaporte británico)


  Llegó la hora,perdón por si os infrigí alguna vez temor, quería decir. Llegó la hora de caracterizarse y ponerse serios ya que David Checa Jr ( y tengo la osadía de incluirme en mi propio texto, pero !quémorro tienes Checa!) está a tiro de revelar un nuevo episodio en http://www.unamoralpatetica.blogspot.com.es/ y, aviso, el último previsiblemente. Así que lean:

  Mis primeras líneas “debe de ser...” ( me debéis una) iban dedicadas al protagonista de la película que os decía. En fin, ese personaje le etiquetan el nombre de Henry Bathes, papel encarnado por un tal Adrien Brody( un óscar, El pianista...), dudo de si sabéis de quien os hablo. Deberíais. De todas maneras, siempre os quedará esta magnífica voz que no os habla, pero que definitivamente consigue deleitaros con cada término del que hago uso. Por cierto, pertenezco al incipiente movimiento literario el Parenteseado (mera aportación, espero que aprovechable). Sin más,y esta vez apelando a la franqueza, empiezo.

  Inexorablemente crudo, el argumento de Detachment se adentró en mis inquietudes, de esta forma justifico mi elección, y , vacilóseme tanto que aquí me encuentro, prisionero entre estas letras, haciendo honores y reflexionando sobre su contenido que, ciertamente, considero relevante sacar a palestra.
Desde que nos convertimos en neonatos, como dicen los biólogos, ya somos objetos receptores de lo que nos transmiten incoherentemente nuestros seres queridos,y no tan queridos, con claras intenciones pedagógicas. Digo incoherentemente pues por eso, porque sólo tratan con neonatos (recién nacidos para los no miembros de la comunidad científico-genética). Para resumir: nos pasamos ese rato que abarca desde el mero nacimiento hasta la considerable edad de la independencia (dieciocho) yendo al colegio, recibiendo insrucción. Ahora, ninguna persona consigue formarse sin la fundamental colaboración paternal, lo que pasa que en incontables ocasiones una de estas dos ayudas falla, o incluso ambas. Es el caso de Meridith en la película, una joven apuesta y de grandes galones, con elevadas proyecciones académicas, pero que a consecuencia de las continuas discusiones violentas presenciadas en casa termina por dedicar sus esfuerzos a fotografiar en la clandestinidad. Y, por supuesto, debido a la relación amistosa con el profesor Henry, fundamenta su muerte en una obsesión por éste. Sí, la chica se suicida.

  Como ya somos conocedores la indolencia de los escolares ante el aprendizaje resulta una cuestión sumamente extendida en la actualidad.

  Época ominosa en el instituo. Reversión de la situación gracias a la intervención de Henry, que adapta sus clases conforme a lo que requieren sus discípulos: mejor atención y cercanía. Y eso es lo que logra, establece una conexión emocional con el grupo que ninguno de estos adolescentes otrora había experimentado. La nefasta administración del instituto al que aterriza, ubicado en una barriada marginal, ha motivado la tremenda apatía de dichos chicos de cara al escaparate cultural. Infravaloran los estudios (labrarse un futuro), incluso si me apuráis, no llegan a valorarse a sí mismos, y, claro está, que tampoco encienden un amor por biología o los números enteros.
Las visiones que ofrecemos a nuestros alumnos son las que dan forma al futuro- según el desaparecido astrónomo y autor de una veintena (a dedo) de libros, Carl Sagan-
  Si no hay razones suficientes por las que pelear, luchemos por simple amor (esta es sencillamente marca de la casa).
 ¿Es culpable la sociedad educativa de ahuyentar el interés cultural y didáctico de los estudiantes con sus métodos (organización, grado de implicación)? ¿ También lo es de que sus alumnos asistan clase con desdén?

Sírvanse. El debate no ha hecho más que empezar.

David Checa Jr. (Checa a secas para los colegas).

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