martes, 3 de diciembre de 2013

La realidad del presente


   El ser humano ha evolucionado de una manera que todavía nos resulta utópica, pues tales han sido sus hazañas y progresos. Sin embargo, nuestra raza es increíble por sus virtudes y por sus defectos. Quizás, haya sido este magno crecimiento el detonante de nuestras a veces incomprensibles convicciones de convivencia.

 Dicen que somos el único animal capaz de comunicarse verbalmente, capaz de haber desarrollado desde el antiquísimo Australopithecus un lenguaje oral y escrito mediante el cual expresamos un mensaje (algunos lo intentamos).

 En cierto modo, también somos el único animal capaz de matar por placer, por traición, por infinidad de causas que difieren de la mera supervivencia, característica del Reino animal. Es por eso que afirmo que el hombre surgió para encarnar y forjar las aptitudes del bien y del mal, y que la Tierra, nuestro planeta, es el escenario y mayor testigo de ello.

 Sabido esto, considero conveniente comenzar con un tema muy presente en nuestras vidas, pero que en cambio resulta muy arraigado en el pensamiento humano: Igualdad de género.
 Son pocos los días que pasan sin escuchar noticias en referencia  a un nuevo caso de maltrato a la mujer, ya sea de rango violador, económico, psicológico… Lo más grave no es el fuerte contenido del hecho, sino la frecuencia con que se repiten los mismos. No es fácil concebir una sociedad totalmente igualitaria, sólo tenemos que atender a la actual; A priori, todo ciudadano es igual ante la justicia. No es así en cuanto a su escalón social, puesto que se ve alterado o no, a través del nivel económico y la propiedad del individuo.  A eso se le llama sociedad de clases.

 Viendo esto me sorprende que la cosa conmute en la sociedad de géneros. La mayoría se pregunta el porqué,  y yo personalmente sostengo que el maltrato se expande contra la mujer porque el hombre adoptó desde sus orígenes unas facultades físicas  superiores a las de la mujer. Con esto me refiero a que la composición masculina suele singularizarse por atesorar una determinada robustez, comúnmente de mayor tamaño y, sobre todo, poseen un inalcanzable grado de agresividad. Incomparable. Ahí encuentro mi explicación; el hombre aprovecha su postura de agresor siendo consciente de la debilidad o inferior fuerza de su víctima. Si a esto le añadimos la constante necesidad de demostración de la bravura viril. Por contraposición, también se han dado sucesos en los que el género masculino adquiere el papel de vulnerado.

Un ejemplo a la inversa lo podemos encontrar en este artículo

 En diversas zonas de África y el continente asiático, donde la religión islámica resulta preponderante se continúa practicando la ablación, una forma de extirpar y cerrar los órganos genitales femeninos, en busca de la supresión de la complacencia sexual en la mujer. Mi opinión ante estos repugnantes y odiables episodios permanece firmemente a favor de la caza de los autores de esta práctica infame.

 Me agradaría coexistir en un ambiente de igualdad porque es el legítimo camino de la convivencia. A partir de esta base, todos deberíamos disfrutar del derecho a hacernos un sitio en la vida mediante nuestros logros individuales. Si me permiten, les voy a hacer una comparación: en un partido de fútbol ambos equipos parten desde la equidad de cero goles (empate). Al final de éste, en caso de victoria, se supone que el ganador es quién ha hecho mejor las cosas y justo merecedor.  A mi modo de ver, me parecen ejemplificaciones similares que dilucidan mi mensaje.

 Estamos tratando un tema trascendental en nuestra rutina que afecta a la sociedad directa o indirectamente. ¿Qué debemos hacer, pues?, cuando surge un problema sólo existe una forma de que desaparezco, y eso pasa por resolverlo, sino no sería tal un problema. Por tanto, propongo la creación de una asociación común que luche contra los maltratos a ambos géneros teniendo como finalidad la erradicación de la violencia de género.

Es un objetivo mundial. Nuestra meta está en conseguir un mundo mejor. Cooperemos.





Extracto del discurso de Waris Dirie sobre la ablación femenina  ante la ONU

Amo a mi madre, amo a mi familia y amo África. Desde hace más de 3000 años, las familias creen firmemente, que una joven a la que no se le ha hecho la ablación, es impura, porque lo que tenemos entre las piernas, es impuro y debe ser extirpado y cerrado después, como prueba de virginidad y virtud. La noche de bodas el marido coge una cuchilla o una navaja y corta antes de penetrar por la fuerza a su esposa.
Si no hace la ablación a una mujer no se casa y por consiguiente es expulsada de su aldea y se la trata como una una puta. Esta práctica continúa a pesar de que no figura en El Corán.
Es bien sabido que a consecuencia de esta mutilación las mujeres enferman psicológica y físicamente para el resto de sus vidas, esas mismas mujeres son la espina dorsal de África.
Yo sobreviví, pero mis dos de mis hermanas no; Sofía murió desangrada, después de ser mutilada y Amina falleció, en el parto, con el bebé aún en su vientre. Hasta qué punto se fortalecería nuestro continente si un ritual tan salvaje fuera abolido.
Existe un proverbio en mí país “El último camello de la fila, camina tan de prisa como el primero” lo que nos pase a cualquiera de nosotros, afecta a todos los demás. Cuando era una niña, decía que no quería ser mujer, ¿Para qué? Cuando sufres tanto dolor y eres tan desdichada, pero ahora que he madurado, estoy orgullosa de ser lo que soy. Por el bien de todos nosotros intentemos cambiar lo que significa ser una mujer.





David Checa Jr.

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